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Colección Voces que dejan Huellas


Colección Literaria de la HJCK x

Diciembre 14 de 2006

Prologo/ El hombre que detuvo el tiempo

Es difícil pero posible hacer un inventario de las colecciones alcanzables. Como la variedad de lo que se puede coleccionar es inmensa, para abarcar de alguna manera ese laberinto habría que dividir las colecciones entre las usuales y las insólitas. En todas partes hay coleccionistas de pintura, de escultura. Otros hay menos frecuentes: Vladimir Nabokov coleccionaba mariposas; Pablo Neruda, mascarones de proa. Todas las colecciones delatan a su propietario: de algún modo son una confesión.
He conocido coleccionistas de incunables, de monedas, de estampillas, de automóviles. Pero entre todos los que conozco, el mas aventurado es Alvaro Castaño Castillo, porque ha vivido empeñado en una colección invisible: colecciona tiempo. Su colección de instantes es prodigiosa. Esa colección tiene la particularidad de que los hechos mismos que hacen parte de ella son sus propios e insustituibles relatos. Su precisión es asombrosa, porque en ella las cosas vuelven a ocurrir de la misma y exacta manera como ocurrieron en su hora.
Dado que se trata de una colección de tiempo, recorrerla completa tardaría exactamente 56 años, que es el tiempo que le ha tomado a Alvaro Castaño hacerla, y el tiempo transcurrido desde cuando fundó la Emisora HJCK El Mundo en Bogotá, la mas antigua emisora cultural del continente. No hay en la cultura un solo hecho de importancia que haya escapado a su mirada siempre atenta. Así, este prólogo para ser justo no deberia tener páginas sino años.
Esa colección invisible va desde la grabación de Gabriel García Márquez cuando llega el ascenso al cielo de Remedios la Bella envuelta en "un viento de luz", antes de que publicara Cien años de soledad, hasta cuando, "muchos años mas tarde", Alvaro Castaño habría de acompañarlo a Estocolmo, en 1982, a recibir el Premio Nobel de Literatura.
Esa colección xesta llena de sorpresas, como la vida misma de Alvaro Castaño. En 1967 se empeñó en grabar la voz de un escritor ciego en la imposible lectura de su propia poesía; y, a fin de vencer el inconveniente de la ceguera, logró que la aprendiera de memoria para decirla en el micrófono del exacto modo en que la había dictado a su amanuense, el cual, durante años, fue su madre. Con inmensa paciencia debió vencer los escollos de los olvidos de un hombre, cuya vasta memoria vacilaba en el recuerdo de su propia poesía como en el ultimo confín.
De ello quedan dos testimonios. Transcribo con puntual exactitud el primero, que es un admirable soneto de Alvaro Castaño: 
Borges graba a Borges
Abierta la pupila a un mundo vano
que solo escoria de la luz concede,
Borges recuerda a Borges, retrocede,
toca antiguos recuerdos con su mano.
¿Donde estarán, en que escondido plano,
los versos de otro ayer, lo que antecede
a La lluvia, a Ajedrez, lo que sucede
en aquel canto a Ariosto, tan lejano?
Borges ya no recuerda. Lo ha perdido
el laberinto de su incierta gloria.
A la mirada gris que nada nombra
se agrega la tiniebla del olvido.
Ojos sin luz. Memoria sin memoria.
Borges sin Borges. Sombra sobre sombra.
El segundo es el volúmen XXIV de las Colecciones HJCK con la voz de Jorge Luis Borges.
Hay, sin duda, invisibles retratos de los hombres: son sus voces. Pienso que sabríamos innumerables e indefinibles noticias sobre Cervantes, si pudiera oírse hoy su voz, porque las voces son los retratos invisibles de los seres humanos.
Nunca he podido ver a Alvaro Castaño sin recordar a Gloria Valencia, su esposa y cómplice en todas sus empresas, y sin recordar aquella linea de Lawrence Durrell en El cuarteto de Alejandría, en la que pondera «ese hermoso animal bicéfalo que puede ser un matrimonio bien avenido».
Digo que la vida de Alvaro esta llena de sorpresas, a diferencia de él, que jamás ha dejado de poner en práctica sus férreas convicciones, siempre las mismas. Cuando en 1992 murió su amigo Alejandro Obregón, se oyó en la emisora la voz de Alvaro, que relataba los funerales. Hablaba, entonces, con referencia a Obregón, de «ese premio que los dioses reservan para sus seres predilectos: saber ser amigo».
Quienes hemos tenido el privilegio de la amistad de Alvaro Castaño, sabemos a las claras que no hay sorpresas en su trato, porque su lealtad y su buen gusto son siempre previsibles. Sin embargo, Alvaro esta lleno de sorpresas.
Dije antes que los coleccionistas se parecen a sus colecciones. Alvaro Castaño se parece al tiempo que colecciona: de ahi esa capacidad suya de sorprendernos siempre al hacernos recordar lo que no puede ser olvidado.
BELISARIO BETANCUR
Bogota, agosto de 2006

Cortesia Editorial Taurus
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